Hemos entrevistado a Luis Piedraita, y nos ha contado como son “Las amígdalas de sus amígdalas”

 

Con ‘Las amígdalas de mis amígdalas son mis amígdalas’ ha aterrizado el monologuista Luis Piedrahita a Alcázar de San Juan para llenar de carcajadas el Auditorio Municipal con la improvisación como base de su espectáculo.

Con un monólogo de casi dos horas donde ni el mismo gallego sabe lo que va a pasar, las carcajadas dan paso a la reflexión bajo un paseo en el que las cosas más mundanas dan origen a ocultos pensamientos.

Es un monólogo que habla de la vida, y en la vida nunca se sabe lo que va a pasar. Lo que sí es cierto es que pase lo que pase, hay que intentar aprovecharlo.

¿En qué consiste tu espectáculo?

La tesis viene a ser que la vida es como un hotel, un sitio en el que vas a estar poco tiempo y tienes que llevarte todo lo que puedas. El título de ‘Las amígdalas de mis amígdalas son mis amígdalas’ no tiene nada que ver con lo que sucede en el espectáculo, que nadie vaya a los teatros creyendo que va a escuchar un monólogo acerca del tejido linfoide porque no va a suceder, lo que sucede es que desde el escenario, lo que ve el humorista es todo ese patio de butacas lleno de amígdalas porque la gente cuando ríe, cuando se ve poseído por los ataques de risa y carcajadas estertoreas que se viven en este espectáculo, la gente cuando ríe, lo que más enseña son las amígdalas, es la parte del cuerpo que más enseña, y yo desde aquí arriba veo un jardín florido de amígdalas húmedas, rosaditas, palpitantes, que no son mías, que son del público, pero por ese motivo digo que las amígdalas de mis amígdalas son mis amígdalas. Ese podría ser un motivo como cualquier otro”

¿Como interactuas con el público?

A mí me gusta que en el espectáculo siempre haya un ratito para la improvisación, para la interacción, para intercambiar con el público porque si no el artista se acomoda, si tú llegas y te subes al escenario y repites de memoria siempre el mismo texto, te acomodas, y llegas a sabértelo de memoria, a emocionarte de memoria, a repetir sin sentir y eso no es bueno, eso es empobrecedor para el show, por lo tanto, a mí me gusta mantenerme alerta, y me pongo pequeñas trampas. Hay huecos en el espectáculo en los que yo no sé lo que va a pasar, ya que propongo a los espectadores que sean ellos los que me propongan el tema del monólogo. De esa manera yo me mantengo alerta, me agarro fuerte al volante y estoy atento a ver qué es lo que viene porque si no, cuando uno recorre el mismo camino una y otra vez de memoria, corre el riesgo de salirse en las curvas. Los accidentes siempre se cometen en las carreteras que uno mejor se conoce de memoria, por eso yo quiero ir de ‘a’ a ‘b’ cada día por un camino distinto”

¿Qué lugar ocupa la improvisación en tus monólogos?

En la improvisación, hablando con mi gran amigo y admiradísimo Alejandro Dolina, un gran escritor, músico, un locutor radiofónico argentino, un maestro de la improvisación, él hace un programa sobre cultura, filosofía, literatura, arte, poesía, música, en Argentina, un programa diario de dos horas en directo, donde improvisa todos esos temas, lo lleva haciendo 30 años, y se llena un teatro de 600 personas para ver ese programa en directo, ves ese programa y es como, estar ante lo más grande y es improvisado todo, le digo, Alejandro, tú este programa cómo lo preparas, y me dice, yo lo preparo durante cinco minutos y cincuenta años. Cincuenta años preparándome, y cinco minutos antes de subirme al escenario, en este momento en el que la política es corrupta, donde socialmente damos vergüenza, donde el planeta es una pena, en este momento creo que la mayor transgresión es aportar belleza, es poner algo bonito en el mundo, es plantar un árbol, es poner una flor, y por supuesto que es necesaria esa primera transgresión de la que hablábamos que es la persona que se queja de eso, que denuncia eso, que protesta ante eso, esa transgresión es necesaria porque es romper el sistema, pero luego también hay que hacer una parte de edificar, no solo de destruir lo que está, sino de construir lo que nos gusta. Y yo creo que hay más gente dedicada a destruir lo que no gusta que a construir lo que sí gusta”

¿Se puede hacer de la vida un show?

Las cosas pequeñas son la metáfora perfecta para hablar de los grandes temas, porque no te ven venir, el humor tiene que sorprender, el humor juega en lo inesperado, si yo te digo que voy a hablar de los grandes temas y te hablo de los grandes temas, poca sorpresa hay, pero si yo te digo, voy a hablar de los botones del ascensor y por ahí acabamos hablando de la condición humana, del ser humano, de la condición mortal y humana del ser humano, o empezamos hablando de los ascensores y seguimos hablando de las esperas, de la vida como una espera, de un tiempo finito, limitado, en el que uno ha de gestionarlo como mejor pueda, o si empezamos hablando de los botones de los ascensores y hablamos del ascenso como un movimiento espiritual de ese hable, o sea, siempre empezando desde algo muy pequeño, acabamos hablando de un tema grande, eso es lo que a mí me interesa, lo que a mí me gusta, y no decir, hola señora, vengo a hablar de la condición mortal del alma humana, ahí ya la gente se va. Por eso le dices, hola señora, vengo a hablar del ascensor y acabamos hablando no sabemos por qué, que todos somos mortales”

De esta manera, Luis Piedrahita, ha inundado de talento las tablas del Auditorio Municipal con el único acompañamiento de una silla en uno de sus números más cómicos desde que comenzara en el año 2008.