Lleno absoluto en ‘El coronel no tiene quien le escriba’, una historia de amor y esperanza en un mundo miserable

Una historia de amor y esperanza en un mundo miserable. Así se resume una de las óperas prima de Gabriel García Márquez, ‘El coronel no tiene quien le escriba’. Un clásico de la literatura en el que la tragedia del viejo coronel es el fiel reflejo de la injusticia en el mundo. Su capacidad de resistencia ante las adversidades que le presenta el destino es infinita, guiado por una rebeldía tan sólida como su esperanza y su fe en el ser humano.

La fatalidad y las consecuencias de la guerra en las que se ve inmersa la pareja, se mezclan con la soledad del viejo coronel vencido por la vida pero al que aún le quedan dos tesoros: el amor de su mujer y la dignidad.

Es una historia de un matrimonio, él es coronel, está esperando una pensión que tiene que recibir desde hace un montón de años por todos sus servicios en la guerra que es lo que daría el sustento a su familia para poder seguir tirando, y esa pensión y esa carta están en una espera permanente porque no llega. Al final es una historia de esperanza por un lado, mantener la dignidad por otro y sobre todo de amor, de amor de esta pareja que se sustenta el uno en el otro para poder sobrellevar y sobrevivir a esta situación. Cristina de Inza, Doña, mujer del coronel.

Es una mujer con los pies en la tierra, para mí es un placer porque hay pocos personajes femeninos que tengan este peso, este abanico de sensibilidad, de fortaleza y de querencia. Es una mujer que supone el apoyo a este coronel a pesar de estar en segundo plano como muchas mujeres que les pasa hoy en día, y que es una obra que tiene actualidad por ese mismo motivo. Cristina de Inza, Doña, mujer del coronel.

Una pareja que malvive en la pobreza alimentando a un gallo de pelea que se convierte en su única esperanza de supervivencia, pero que presenta un gran dilema para el matrimonio ante la decisión de alimentar al gallo o alimentarse ellos.

Así, la mujer del coronel volverá a arrastrar su asma una y otra vez hasta la mecedora en cada escena, y volverá a poner piedras a hervir para que los vecinos no sepan de su hambre, y volverá a suplicar que vendan el gallo.

El gallo es el contrapunto también, esta pareja ha sufrido muchos reveses en la vida, la muerte de un hijo prematuramente y hace relativamente poco en el momento en el que se desarrolla la obra, y el gallo es un símbolo, es un poco la esperanza ya que es un gallo de pelea, si lo pusieran a pelear podrían conseguir algo de dinero para poder mantenerse, es la simbología del hijo muerto en la gallera. Está en la duda del qué hacemos, lo cocinamos para poder comer o lo vendemos y perdemos la dignidad que tanto defiende el coronel. Cristina de Inza, Doña, mujer del coronel.

Una situación límite que los protagonistas soportan gracias al amor que persiste entre ellos. Es una narración que reflexiona sobre la esperanza y la resignación, sobre las consecuencias de mantener los principios y la dignidad personal en una sociedad corrompida.

Con Carlos Saura en la dirección, el elenco sigue emocionando al público en cada actuación. Imanol Arias, Cristina de Inza, Jorge Basanta, Fran Calvo y Marta Molina completan el magnífico elenco de una obra que está a punto de cumplir la representación número 100 por todos los teatros de España.

Es increíble porque casi estamos llegando a la función 100 y creo que entramos en el escenario en catarsis. Cada vez que entro, escucho la música y ya se me ponen los pelos de punta pero es un disfrute permanente. La emoción llega porque es verdad que lo que tiene el teatro es que después de la función se acerca gente y te cuenta y comenta lo que ha pasado. Y cuando alguien viene y te dice que le ha tocado, que la ha llegado, que ha llorado contigo, para mí es la mayor alegría que se nos puede dar a todo el elenco de actores que estamos defendiendo la función. Cristina de Inza, Doña, mujer del coronel.

Para hacer teatro hace falta saber y poder transmitir bien al público y efectivamente es una pareja paupérrima, con lo cual los elementos escenográficos son mínimos. Es una cama, una mesa, una silla y una mecedora, no hay nada más, y obviamente la proyección que son dibujos del propio Saura donde nos va situando en qué escenario nos vamos moviendo durante la obra y eso también es un reto para el actor, no hay muchas acciones ni mucho movimiento escénico, es un texto de palabra, de sentimientos, y eso esperamos que llegue al público de Alcázar de San Juan. Cristina de Inza, Doña, mujer del coronel.

Una desgarradora historia que ha llenado el auditorio municipal de Alcázar de San Juan, ante un público expectante e impaciente ante esa eterna espera del coronel de una pensión que nunca llega. Unos espectadores resignados a ver deambular cada viernes al coronel a esa oficina de correos a la espera de unas letras que nunca llegarán porque nadie las ha escrito.